ANTROPOCRACIAAutorarmandos.ibarra@mail.com |
Del Hombre Hablar de la Antropocracia es hablar del hombre, de ese ente que es y que existe. Y si hablamos del hombre es necesario saber qué es el hombre. Aristóteles dio una definición del hombre, y aquello que dijo es el hombre; el sociólogo tiene otra definición, y su definición es el hombre; el moralista dice: esto es el hombre, y eso es el hombre; las religiones dicen lo que es el hombre, y eso también es el hombre; y así como éstos, otros tienen su definición del hombre. Creo que ninguno está equivocado; luego entonces: ¿qué es el hombre? Así también con el término hombre, habrá mil y una definiciones, y ninguna estará equivocada. ......Para nuestro propósito, el hombre es una unidad de cuerpo y espíritu con necesidades y deseos que quiere satisfacer para vivir mejor. Si a esta definición le suprimimos "espíritu", "deseos" y "mejor", lo restante se puede aplicar a cualquier cosa viva que existe sobre la Tierra. La diferencia que separa al hombre de cualquier otra cosa parecida es su deseo de querer vivir mejor. Para vivir mejor, el hombre necesita varios ingredientes, sea en lo moral, social, espiritual, económico y otros; pero, sobre todo, a ese deseo que solamente en el hombre se sobrepone al instinto puro y simple. ......El hombre obra por interés, por conveniencia; siempre pide algo a cambio, y siempre se le da algo a cambio, si fue la Revolución francesa, se les prometió la libertad, igualdad y fraternidad; y si era un héroe latinoamericano se les prometía la Independencia. Se le ha dicho al hombre: por ese camino llegas a, y se pregunta el hombre, ¿qué debo hacer? También se le ha dicho: por aquel camino encontrarás la libertad, pero debes luchar, pelear y tal vez morir, y el hombre desea la libertad, pero sin pelear ni luchar, mucho menos morir. El hombre quiere todo con facilidad, pero que se le dé. Todo quiere recibir, pero sin dar; desea dar cuando nada tiene, pero cuando llega a tener nada da, y sólo quiere recibir para tener más. El hombre desconfía y se hace más de una pregunta cuando se le da sin pedirle algo a cambio. Pero, ¿cuál hombre? El egoísta, por supuesto. El egoísta supone que todos los hombres son egoístas, y si no lo son, son tontos. El no egoísta también supone, engañándose, que todos hombres no son egoístas, y da sin esperar algo a cambio. Luego entonces, los dos tipos de hombre pueden dar; uno bajo condición, el otro no. Uno espera recibir más de lo que da, el otro no. Y si aquél no espera recibir más de lo que puede dar, no da. ¿Todo esto quiere decir que el dar y recibir siempre se tienen que llevar al terreno de los hombres egoístas? Tal parece que sí, sin importar en cuál lado se encuentra el mayor número. Luego, ¿en qué momento el egoísta pasa al terreno del no egoísta? Nunca pasa. Y nunca comprenderá que: si es mejor dar que recibir, dar lo que uno recibe es todavía mejor. ¡Qué pocos hombres hay que dan todo sin recibir nada! ......Si lo anterior se refiere a defectos que todavía no ha desechado el hombre, existe otro, recalcitrante, unido a la frente del hombre como señal maldita que lo diferencia de los demás, y que se observa en más de una docena de países en el mundo, particularmente en América y África, signo con el que se nace y que dura toda la vida, signo con el que se muere. Me refiero a ese espíritu de hombres derrotados. En el continente americano es fácil saber que los habitantes de cualquier país tienen dos denominaciones, y en otros hasta tres: el nombre oficial, llámese chileno peruano, mexicano o canadiense; el de mestizo y el peyorativo indígena. Este último no debiera existir en ningún diccionario del mundo. ¿Acaso los naturales de Perú no son peruanos? Para el hombre común la respuesta sería afirmativa, pero para el natural de una región, no. Estos últimos seguirían fieles a su ascendencia, a su conglomerado social; aceptar un nuevo nombre sería tanto como comprar gratis el adjetivo derrotado. Que de una forma natural no han sido integrados y he ahí la gran cuestión. Los naturales de cualquier país hoy día son considerados como un lastre en su propio país, no han tenido voz, no tienen voz, dígase lo que se quiera, pero veo más dignidad en un descendiente siux que en un neoyorquino, más en un mexicano zapoteca que en un metropolitano. Sigue presentándose una característica muy propia de los mestizos: rechazan, odian y hasta reniegan de la sangre que corre por sus venas. Yo los llamaría los renegados de nacimiento; nunca han comprendido que son la nueva sangre del mundo; en términos poéticos son una nueva saliva, un nuevo canto, un nuevo llanto, un nuevo color; un canto, un llanto y un color que podrían volar. Y qué decir de los africanos; mirad a los ojos de un hombre de color y veréis todos los pecados del mundo ensañarse contra ellos. La raza negra es la única en el mundo en la que veo pureza de espíritu; pero algunos dirán: ¿puede haber pureza de espíritu con violencia? A esos yo les respondo: ¿al primer azote recibido no se rebelaría cualquier hombre? ......Así pues, el hombre es la única criatura en el universo que puede aspirar a ser otra cosa de lo que es, a ser más bueno, querer un mundo más justo y vivir más tiempo; sentirse impulsado para alcanzar lo inalcanzable, para realizar lo imposible, a esperar contra toda desesperanza, a vivir contra la muerte, el hombre es el ser a quien se le puede exigir más de lo que puede dar y pretender más de lo que puede alcanzar. Así, ser hombre es tener siempre hambre y sed, es estar siempre insatisfecho; el hombre es el único ser inconforme, ser hombre es querer ser más que hombre. ......Creo que ya es tarde para que el conocimiento de todos los varones y mujeres deban dirigirse al hombre, al hombre sin color ni nacionalidad, al hombre del mundo, conocimientos que sean encabezados por la filosofía; sería la más noble de todas las acciones. Si hablamos de filosofía, en el mundo no existe una en la que el centro no sea el hombre, porque si no fuese así, no es filosofía. Desde este punto de vista, todas tienen un elemento común: el hombre. Pero, ¿por qué el hombre no ha alcanzado su bienestar ni en lo individual ni en comunidad? Cada ciclo tiene un fin, pero las generaciones le pasan los errores a la siguiente. ¿Cómo romperlo? ¿Hace falta un sacrificio general y al unísono? ¿La humanidad estará dispuesta a emprenderlo? Ya debió quedar muy atrás la forma de pensar que dicta que el destino del hombre sea dejado al azar. |